4 jul 2012

BONDAD

Durante la Guerra Civil, el presidente Abraham Lincoln visitaba a menudo los hospitales para conversar con los soldados heridos.

Una vez los médicos le señalaron a un joven soldado, ya próximo a la muerte, y Lincoln se acercó a su cama.
-¿Puedo hacer algo por usted? -preguntó.
Era obvio que el soldado no había reconocido al presidente; haciendo un esfuerzo, pudo susurrar:
-Por favor, ¿me escribiría una carta para mi madre?
Alguien le dio lápiz y papel; el presidente comenzó a escribir cuidadosamente lo que el joven lograba dictar: “Mi queridísima madre: Fui malherido mientras cumplía con mi deber.
Temo que no podré recuperarme. Por favor, no te aflijas demasiado por mí.
Besa de mi parte a Mary y a John. Que Dios los bendiga, a ti y a mi padre."
Como el soldado estaba demasiado débil para continuar, Lincoln decidió firmar la carta por él y agregó: “Escrita en nombre de su hijo por Abraham Lincoln”.
El joven pidió ver la nota y quedó atónico al saber quién la había escrito.
-¿De veras es el presidente? ‘preguntó.
-"Sí, lo soy" -replicó Lincoln tranquilamente. Luego quiso saber si había alguna otra cosa que pudiera hacer por él.
-"Por favor, ¿quiere darme la mano?" -pidió el soldado-. "Eso me ayudará cuando llegue el fin".
En la silenciosa habitación, el alto y enjuto presidente tomó la mano del muchacho y pronunció
unas cálidas palabra de aliento hasta que llegó la muerte.

Moraleja: Debes dar tu tiempo al prójimo; aunque sea algo pequeño, haz algo por los demás, algo por lo que no obtengas más recompensa que el privilegio de hacerlo

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