20 feb 2012

LUCHA INTERIOR

Un viejo anacoreta (es decir, una de esas personas que por amor a Dios se refugian en la soledad del desierto, del bosque o de las montañas para solamente dedicarse a la oración y a la penitencia), se quejaba muchas veces que tenía demasiado que hacer.
La gente preguntó cómo era eso de que en la soledad tuviera tanto trabajo.
Les contestó: “Tengo que domar a dos halcones, entrenar a dos águilas, mantener quietos a dos conejos, vigilar una serpiente, cargar un asno y someter a un león”.
- No vemos ningún animal cerca de la cueva donde vives. ¿Dónde están todos estos animales?
Entonces el ermitaño dio una explicación que todos comprendieron.
- Porque estos animales los tienen todos los hombres, ustedes también. Los dos halcones son mis ojos, se lanzan sobre todo lo que se les presenta, bueno y malo y tengo que domarlos para que sólo se lancen sobre una presa buena. Las dos águilas son mis manos, con sus garras hieren y destrozan y tengo que entrenarlas para que sólo se pongan al servicio y ayuden sin herir. Los conejos son mis pies, quieren ir adonde les plazca, huir de los demás y esquivar las cosas difíciles. Tengo que enseñarles a estar quietos aunque haya un sufrimiento, un problema o cualquier cosa que no me gusta…  Lo más difícil es vigilar a la serpiente que es mi lengua, aunque se encuentra encerrada en una jaula de 32 rejas siempre está lista por morder y envenenar a los que la rodean apenas se abre la jaula, si no la vigilo de cerca, hace daño. El burro es mi cuerpo, y es muy obstinado, no quiere cumplir con su deber, pretende estar cansado y no quiere llevar su carga de cada día. Finalmente necesito domar a ese león que es mi corazón, quiere ser el rey, quiere ser siempre el primero, es vanidoso y orgulloso…
De acuerdo a cómo luchemos… Al empeño que pongamos… Dominaremos lo mejor que hay en nuestro interior y así seremos hombres para el BIEN.

No hay comentarios:

Publicar un comentario