(De “Sopa de pollo para el Alma” de Canfield y Hansen)
Tuve una nítida sensación de alivio cuando empecé a
darme cuenta de que un niño o un joven necesita algo más que estudiar una
asignatura.
Yo conozco a fondo las matemáticas, creo que las enseño bien y antes
solía pensar que eso era lo único que se necesitaba.
Ahora no enseño
matemáticas; enseño a los niños.
Acepto el hecho de que hay niños con quienes mi éxito
no puede ser más que parcial.
He llegado a aceptar que no tengo que conocer
todas las respuestas, hasta el punto de que ahora tengo más respuestas que
cuando intentaba parecer un experto.
El chico que me hizo entender esto fue Eddie. Un día le
pregunté por qué pensaba que le iba mucho mejor en la escuela que el año
anterior y su respuesta dio significado a toda mi nueva orientación.
—Porque ahora, cuando estoy con
usted, me gusto —dijo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario