(De ME
HUBIERA GUSTADO DECIRTE ADIOS de Victoria Branca)
Creo en
vos, ser humano como yo,
que creas
cada día un mundo nuevo.
Creo en tu
poder y en el mío, que participa del cielo y de la tierra.
Creo en el
que es padre por obra y gracia del amor;
y creo en
la que es madre de espíritu generoso y atento.
Creo en los
hijos que vienen al mundo cuando lo desean
y se van de
nuestro lado cuando menos lo deseamos.
Creo en el
corazón del que sufre, que sigue latiendo a pesar de todo.
Creo en las
caricias y en el abrazo;
en la mirada
que desnuda y se desviste sin prisa.
Creo en los
besos apasionados que nos resucitan el alma.
Creo en los
secretos cuando son conservados,
porque
maceran en el silencio y la lealtad.
Creo en las
lágrimas que mojan la tierra impregnando a las flores de sales y zumos.
Creo en el
lecho y el pan compartidos,
en las
manos que lavan juntas y en las copas que se elevan por los otros.
Creo en las
carcajadas que estallan como truenos musicales
y contagian
a los serios y cabizbajos.
Creo en los
atardeceres y en el crepúsculo,
pero
sobretodo en el brillo de un nuevo amanecer.
Creo en la
palabra que sopla en los oídos de los que están despiertos
y en los
susurros que rozan con sus labios al que quisiera morir.
Creo en mis
abuelos, que lucharon y resistieron a los vientos más huracanados.
Creo en mis
hijas, que escribirán nuevos capítulos en el libro de la vida.
Creo en los
horizontes que nos muestran el rumbo,
y en las
estrellas que palpitan serenidad desde lo alto.
Creo en la
luna, que es femenina y sigilosa;
y en el
sol, que cobija y da calor.
Creo,
sobretodo, en el amor,
que con sus
pétalos y espinas se clava hondo en el pecho humano
para hacer del agua insulsa el mejor de los vinos.
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