(Extracto de “El humanismo como utopía real” de Erich Fromm)
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Creo
que la unidad del hombre, a diferencia de otros seres vivientes, se debe a que
el hombre es la vida consciente de sí misma. El hombre es consciente de sí
mismo, de su futuro, que es la muerte; de su pequeñez, de su impotencia. Es
consciente del otro en cuanto otro. El hombre está en la naturaleza, y sometido
a sus leyes, aunque la trascienda con el pensamiento.
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Creo
que el hombre es consecuencia de la evolución natural: que ha nacido del
conflicto de estar preso y separado de la naturaleza y de la necesidad de
hallar unidad y armonía con ella.
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Creo
que la alternativa fundamental para el hombre es la elección entre “vida” y
“muerte”, entre creatividad y violencia destructiva, entre la realidad y el
engaño, entre la objetividad y la intolerancia, entre fraternidad con
independencia y dominio con sometimiento.
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Creo
que, escogiendo avanzar, el hombre puede encontrar una nueva unidad mediante
el pleno desarrollo de todas sus energías, que se muestran en tres
orientaciones, juntas o separadas: la biofilia (amor a la humanidad y a la
naturaleza), la independencia y libertad.
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Creo
que el amor es la llave principal para abrir las puertas al “crecimiento” del
hombre. El amor y la unión a alguien o algo fuera de uno mismo permite trabar
relaciones con otros, sentirse uno con otros, sin reducir el sentido de
integridad e independencia. El amor es una orientación positiva, para la cual
es esencial que se hallen presentes al mismo tiempo la solicitud, la
responsabilidad, el respeto y el conocimiento del objeto de unión.
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Creo
que la experiencia del amor es el acto más humano y humanizador que es dado
gozar al hombre y, como la razón, carece de sentido si se entiende de manera
parcial.
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Creo
que nadie puede “salvar” a su prójimo decidiendo por él. Únicamente podrá
ayudarlo señalándole alternativas posibles, con toda sinceridad y amor, sin
sensiblería ni engaño alguno.
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Creo
que la igualdad se siente cuando, al descubrirse uno mismo por completo, se
reconoce igual a otros y se identifica con ellos. Todo individuo lleva la
humanidad en su interior. La “condición humana” es única e igual en todos los
hombres, a pesar de las inevitables diferencias de inteligencia, talento,
estatura, color, etc.
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Creo
que la igualdad entre los hombres se debe recordar especialmente para evitar
que uno se convierta en instrumento de otro.
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Creo
que, mientras parece que este mundo enloquece y se deshumaniza, cada
vez más individuos sentirán la necesidad de asociarse y colaborar con quienes
compartan sus preocupaciones.
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Creo
que estos hombres de buena voluntad, no sólo deben hacerse una interpretación
humana del mundo, sino que también deben señalar el camino y trabajar por su
posible transformación: la interpretación sin voluntad de reforma es inútil;
la reforma sin previa interpretación es ciega.
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Creo
posible la realización de un mundo en que el hombre “sea” mucho aunque “tenga”
poco ; un mundo en que el móvil dominante de la existencia no sea el consumo;
un mundo en que el “hombre” sea el fin primero y último; un mundo en que el
hombre pueda encontrar la manera de dar un fin a su ida y la fortaleza de vivir
libre y desengañado.
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